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La Cantante de Jazz ha muerto, y no de muerte natural. Su asesinato le dará vida. Acrecentará su fama, ta convertirá en amante de todos los hombres que la escucharon cantar. Sus temas inéditos serán tesoros, y las anécdotas de sus conciertos se magnificarán hasta convertirla en mito. Su partida, también, sacará del letargo a un viejo músico que encerró su mejor nota en una caja para convertirse en el investigador de este caso. Martínez, el policía, hará su lista de sospechosos seguro de una cosa: si hubiesen matado a un bandoneonista, en una semana tendrían al culpable engayolado, pero como la víctima es una intérprete de "música tan poco ciudadana", la realidad es otra. Fragmento (Prólogo de Gabriela Cabezón Cámara): Está muy extendida la creencia de que cualquier pasión desordena: la pasión se configura como lo excesivo, lo sin patrón, lo reventado; una desmesura que se opone a toda razón. Y sin embargo, una pasión, si uno se detiene a mirarla en vez de padecerla sin pausa, se asemeja mucho a la obsesión, a eso que crece hasta desalojar a todo lo demás, como el zahir de Borges, esa moneda que toma la mente de quien la toca aunque sea un instante. En la pasión no necesariamente hay desorden; muchas veces se trata de un orden nuevo, con una estructura transparente y comprensible. Algo así pasa con ¿Quién mató a la Cantante de Jazz?: parece un policial, usa muchos de los recursos cristalizados del género, como la cantante de jazz misma, una mujer fatal con pata de palo, el detective, el asesinato, la intriga, los sospechosos, la historia de los lazos entre la víctima y quienes la rodeaban, los avances y retrocesos en la investigación que se define, en esta novela y en cualquier otro lugar, por los flashbacks o las anáforas, como se llamaba a ese procedimiento narrativo antes del cine. Como sea, y en principio, no se puede investigar para adelante. ¿Quién mató a la Cantante de Jazz?parece un policial, pero no lo es o lo es de una forma tangencial. Y paródica: toma todos los tropos del género y extrema su caracter formulaico. Así, la víctima es un arquetipo, igual que los sospechosos y los lazos que los unieron y separaron. Pero, y acá vuelve la pasión, a la parodia de estos arquetipos Goransky les da otra vuelta de tuerca y acuesta a los lectores dispuestos a reírse del chiste fácil: los arquetipos salen del policial como fantasmas, pero cobran vida alrededor de una obsesión, una monomanía, una pasión loca, el jazz. Entonces La Cantante de Jazz es un molde del policial pero también la representación de cómo una vida entera puede devenir en función de un solo deseo, cómo ese solo deseo subordina, y esto es una forma de hacer orden, a todos los demás. El resto de los personajes serán definidos en el mismo sentido, el de su relación con esta música, su ubicación en la escena del jazz porteño y en la internacional, con el paseo debido por Estados Unidos. ¿Quién mató a la Cantante de Jazz?es un libro inspirado, inteligente y divertido que se puede leer también como una guía de jazz contemporáneo nacional. Y como un concierto: cada uno tiene su solo, hay momentos corales y la batuta, hablo de la voz del detective, la lleva un trompetista. Goransky inventó el policial jazzero, un género de este solo libro que es, sobre todo lo demás, el mapa de una pasión.
Gabriela Cabezón Cámara
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